De “Molino Rojo”:
CANTO DEL CISNE
Demencia:
el camino más alto y más desierto.
Oficio de las máscaras absurdas; pero tan humanas.
Roncan los extravíos;
tosen las muecas
y descargan sus golpes
afónicas lamentaciones.
Semblantes inflamados;
dilatación vidriosa de los ojos
en el camino más alto y más desierto.
Se erizan los cabellos del espanto.
La mucha luz alaba su inocencia.
El patio del hospicio es como un banco
a lo largo del muro.
Cuerdas de los silencios más eternos.
Me hago la señal de la cruz a pesar de ser judío.
¿A quién llamar?
¿A quién llamar desde el camino
tan alto y tan desierto?
Se acerca Dios en pilchas de loquero,
y ahorca mi gañote
con sus enormes manos sarmentosas;
y mi canto se enrosca en el desierto.
ALDEA
Mi blanca soledad aldea
abandonada.
Revuelo de perezas
sobre la torre de un anhelo
que tañe sus horizontes.
Pintadas negras de la desolación.
Yunques abandonados y puentes solariegos.
Se ha sentado el dolor como un cacique
en el banquillo de mi corazón.
Las lluvias estancadas de mis sueños
se han cubierto de musgo.
En el horno apagado del silencio
mis frutos maduraron
estérilmente.
Perdí mi itinerario en el desierto.
¡Hospedería triste de mi vida
en donde sólo se aposentó el azar!
En una pradería de cansancios
balan estrellas mis ovejas grises.
Lugarón sin destino;
las calles andariegas
beatas de mi ser
son manos
contemplativas
que van perdiendo soles...
BARRIO
Barrio apartado;
bandada de colores
de las ventanas de las casas.
Silencio cruzado de brazos
ante la luna.
Sobre los árboles
embalsamados de cordialidad,
aromadas de estrellas
se trepan las callejas.
¡Dulzura!
Nada interroga.
Se está y no se está en sí mismo
muy limpio y ancho.
Y todo es tan lejano y puro
que una nueva inocencia nos consuela!
¿He salido a buscar
juguetes
para los niños?
Barrio apartado:
paisaje de estampas y de estrellas.
VÍSPERAS
Toque de vísperas de fiestas.
Presentimientos.
Mi corazón es blanco de ternura.
¡Solemnidad!
Hablamos en voz baja.
Un árbol canta como un niño
piadoso
todo blanco de estrellas.
Mi corazón es blanco de ternura.
MAÑANA DE SOL
Tañía el sol sus llamas
en los cántaros húmedos del viento
de rocío y paisaje
que alargaba el elástico sendero.
Desentumecimientos.
Carnes del trigo;
espigas en mis manos.
Jadean los aromas;
temblequea cual besos los caminos.
Silencios verdes de los bosques rojos
apretados de gozo y alegría.
¡Enloquece en mis ojos la mañana!
OCASOS
Ocasos turbios de violeta.
Reliquias. Devociones.
Caras amortiguadas.
Nostalgias
descoloridas.
¡El mar se acoge en mis matices;
cierra su boca atardecida y fría!
El timbre de mis ojos
esparce intimidad.
Mi piedad de rodillas
se arroba en los suspiros del ocaso
(palomas de violeta)
¡Mis manos palpan el color de misa!
CREPÚSCULO
Ponderan los ocasos gustos violetas.
Un árbol negro, un árbol blanco, un árbol verde
cuelgan sus blusas
en la inmovilidad.
Ha cerrado sus párpados el viento.
Luces deshechas;
pétalos estrujados
en superposiciones.
Ponderan los ocasos gustos violetas.
De Estrella de la Mañana:
I
Los ojos mueren en la alegría de la visión
desnuda de carne y de palabras,
en la tierra desnuda y en el cielo desnudo,
en el día desnudo y en la noche desnuda bajo los
cielos todo crecidos.
Es demasiado bella la noche de oro de muros y
banderas luminosas.
Corremos en la noche de plata bajo la noche de
oro.
Tierra desnuda, tierra perfecta, cielo desnudo,
cielo perfecto.
Voces desnudas de la voz eterna.
En la noche de oro nos llaman las campanas,
y oímos el vuelo de las palomas desde la noche de
plata bajo la noche de oro.
II
¡Levantaron las albas sus sentidos en el día de mi
pavor con su noche de
muerte.
Pavor de días y secretos de días.
Recogemos aromas de los días en el misterio de
los misterios.
Caen los muros.
Veo la tierra sabrosa de vida y muerte.
Y sobre mí lloraron las criaturas y cantaron los
niños cantores
Los ejércitos de la gracia desnudaron espadas
ante
el alba.
VI
Ha caído mi voz, mi última voz, que aún guarda mi nombre.
Mi voz:
Pequeña línea, pequeña canción que nos separa de las cosas.
Estamos lejos de mi voz y el mundo, vestidos de humedades blancas.
Estamos en el mundo y con los ojos en la noche.
Mi voz es fría y sucia como la piel de los muertos.
VII
Roe mi frente dura
el lobo de la media noche.
Una escondida estrella arrima su sosiego.
Entre todos los soles ya se me canta aceite de júbilos.
Siento en mis manos venir la estrella de la mañana.
XXXI
CANTO DEL CISNE
Demencia:
el camino más alto y más desierto.
Oficio de las máscaras absurdas; pero tan humanas.
Roncan los extravíos;
tosen las muecas
y descargan sus golpes
afónicas lamentaciones.
Semblantes inflamados;
dilatación vidriosa de los ojos
en el camino más alto y más desierto.
Se erizan los cabellos del espanto.
La mucha luz alaba su inocencia.
El patio del hospicio es como un banco
a lo largo del muro.
Cuerdas de los silencios más eternos.
Me hago la señal de la cruz a pesar de ser judío.
¿A quién llamar?
¿A quién llamar desde el camino
tan alto y tan desierto?
Se acerca Dios en pilchas de loquero,
y ahorca mi gañote
con sus enormes manos sarmentosas;
y mi canto se enrosca en el desierto.
ALDEA
Mi blanca soledad aldea
abandonada.
Revuelo de perezas
sobre la torre de un anhelo
que tañe sus horizontes.
Pintadas negras de la desolación.
Yunques abandonados y puentes solariegos.
Se ha sentado el dolor como un cacique
en el banquillo de mi corazón.
Las lluvias estancadas de mis sueños
se han cubierto de musgo.
En el horno apagado del silencio
mis frutos maduraron
estérilmente.
Perdí mi itinerario en el desierto.
¡Hospedería triste de mi vida
en donde sólo se aposentó el azar!
En una pradería de cansancios
balan estrellas mis ovejas grises.
Lugarón sin destino;
las calles andariegas
beatas de mi ser
son manos
contemplativas
que van perdiendo soles...
BARRIO
Barrio apartado;
bandada de colores
de las ventanas de las casas.
Silencio cruzado de brazos
ante la luna.
Sobre los árboles
embalsamados de cordialidad,
aromadas de estrellas
se trepan las callejas.
¡Dulzura!
Nada interroga.
Se está y no se está en sí mismo
muy limpio y ancho.
Y todo es tan lejano y puro
que una nueva inocencia nos consuela!
¿He salido a buscar
juguetes
para los niños?
Barrio apartado:
paisaje de estampas y de estrellas.
VÍSPERAS
Toque de vísperas de fiestas.
Presentimientos.
Mi corazón es blanco de ternura.
¡Solemnidad!
Hablamos en voz baja.
Un árbol canta como un niño
piadoso
todo blanco de estrellas.
Mi corazón es blanco de ternura.
MAÑANA DE SOL
Tañía el sol sus llamas
en los cántaros húmedos del viento
de rocío y paisaje
que alargaba el elástico sendero.
Desentumecimientos.
Carnes del trigo;
espigas en mis manos.
Jadean los aromas;
temblequea cual besos los caminos.
Silencios verdes de los bosques rojos
apretados de gozo y alegría.
¡Enloquece en mis ojos la mañana!
OCASOS
Ocasos turbios de violeta.
Reliquias. Devociones.
Caras amortiguadas.
Nostalgias
descoloridas.
¡El mar se acoge en mis matices;
cierra su boca atardecida y fría!
El timbre de mis ojos
esparce intimidad.
Mi piedad de rodillas
se arroba en los suspiros del ocaso
(palomas de violeta)
¡Mis manos palpan el color de misa!
CREPÚSCULO
Ponderan los ocasos gustos violetas.
Un árbol negro, un árbol blanco, un árbol verde
cuelgan sus blusas
en la inmovilidad.
Ha cerrado sus párpados el viento.
Luces deshechas;
pétalos estrujados
en superposiciones.
Ponderan los ocasos gustos violetas.
De Estrella de la Mañana:
I
Los ojos mueren en la alegría de la visión
desnuda de carne y de palabras,
en la tierra desnuda y en el cielo desnudo,
en el día desnudo y en la noche desnuda bajo los
cielos todo crecidos.
Es demasiado bella la noche de oro de muros y
banderas luminosas.
Corremos en la noche de plata bajo la noche de
oro.
Tierra desnuda, tierra perfecta, cielo desnudo,
cielo perfecto.
Voces desnudas de la voz eterna.
En la noche de oro nos llaman las campanas,
y oímos el vuelo de las palomas desde la noche de
plata bajo la noche de oro.
II
¡Levantaron las albas sus sentidos en el día de mi
pavor con su noche de
muerte.
Pavor de días y secretos de días.
Recogemos aromas de los días en el misterio de
los misterios.
Caen los muros.
Veo la tierra sabrosa de vida y muerte.
Y sobre mí lloraron las criaturas y cantaron los
niños cantores
Los ejércitos de la gracia desnudaron espadas
ante
el alba.
VI
Ha caído mi voz, mi última voz, que aún guarda mi nombre.
Mi voz:
Pequeña línea, pequeña canción que nos separa de las cosas.
Estamos lejos de mi voz y el mundo, vestidos de humedades blancas.
Estamos en el mundo y con los ojos en la noche.
Mi voz es fría y sucia como la piel de los muertos.
VII
Roe mi frente dura
el lobo de la media noche.
Una escondida estrella arrima su sosiego.
Entre todos los soles ya se me canta aceite de júbilos.
Siento en mis manos venir la estrella de la mañana.
XXXI
En mi gemido
conté mi soledad envejecida; conté todas las noches de mis días.
Mis huesos cantan el misterio del mundo.
El agua perturbada de mi reposo.
Me veo en mi gemido según pavores de inocencia.
Paz, paz:
oído de mis palabras.
El ruego alcanza oído a mis palabras
carne sanada;
y hay espanto de luz en nuestras manos.
Jacobo Fijman
2 comentarios:
Adoro a fijman, tal vez sea por lo que le toco sufrir, si es verdad que la locura y la poesia van de la mano, en el caso de jacobo acabaron siendo hermanas siamesas; realmente pago un precio demaciado alto por asomarse al abismo.
besos
y nos dejó un mundo infinito, una voz única que vela toda su locura y su desgracia. la maravilla de que este hombre con su fragilidad se haya constituido en uno de los poetas imprescindibles de Argentina.
Gracias por tu visita Ana, pasaremos a saludarte
Lilián
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