sábado, 28 de julio de 2007

Marguerite Durás y Esa enfermedad Extraña

El mal de la muerte de Marguerite Durás es un texto inclasificablemente bello.
Pasa desde la novela a la prosa erótico-poética y al texto teatral enlazado de una manera imperceptible generando así la sensación de que todo esta escrito en términos de acotación, especificando conscientemente la orden directa del escritor, desde la acción hasta la contención emocional que lo guía.

Extraño lenguaje donde se funden varios estilos.

Comienza el texto con una posibilidad de lo que podría haber sido y cuando uno ha entrado en su dominio el tiempo se transforma. El principio es un acuerdo de partes entre un hombre y una mujer que estipulan algo que está condenado y finalizado antes de comenzar, de todos modos deciden hacerlo.

Él está solo, ella lo sabe desde siempre.

Desde el posicionamiento de los personajes Él se encuentra en insatisfacción buscando sin saber que le pasa o necesita. Ella simplemente sonríe, habla cuando se le pide, duerme y goza simplemente de saber que es lo que Él busca.


“Otra tarde usted lo hace, como estaba previsto, duerme con el rostro en lo alto de sus piernas separadas, contra su sexo, ya en la humedad de su cuerpo, allí donde ella se abre.

Ella le deja hacer.

Otra tarde, por distracción, usted la hace gozar y ella grita”


Pero a pesar de ello Él percibe “el sordo y lejano zumbido de su goce en su respiración”
Él quiere alejarse de ese cuerpo perfecto que lo incita a matarla.

Porqué?

Porque nunca ha amado a nadie. Porque Él es portador del mal de la muerte, aquel que no mata, no vive, ni sabe aún que no ha vivido y ya estaba muerto desde antes.
Él reconoce el mal que Ella sabe que padece en su cuerpo dormido, reposando contra las sábanas, que las cubren y la velan, en la inmovilidad insípida de las respuestas, en el color mentiroso del mar.
Así sin saberlo Él se encuentra viviendo la muerte. Llora por no imponer la muerte. Llora por no amar.

De este modo plantea la duda desde el principio de las cosas, estamos condenados antes de nacer así como la cotidianeidad en la que nos perdemos y abstraemos es vivir nuestra muerte.


El texto funde el cuerpo de los personajes, el cuerpo del escritor, la muerte y el amor donde la belleza produce violencia.

Indudablemente es el cuerpo de Ella el que habla generando violencia producida por la perfección que conlleva.

Como no cuestionarse luego de leer a Durás sobre el comienzo y fin de nuestros días, sobre nuestra condena antes de nacer, sobre los refugios encontrados, sobre los ojos que vemos a diario, sobre la muerta cotidianeidad que desanudamos por las noches para cubrir el día, sobre una especie de Dr. Jekill y Mr. Hide donde no contentos a vivir con lo planteado por la sociedad, damos gracias a la noche para desnudar nuestros mas íntimos y oscuros deseos vitales aunque sepamos de su condena. Son aquellos actos, los cuestionables, los indescifrables los que alimentan nuestros sueños en la fijación de una noche que se devela para que hagamos de ella nuestra cálida compañera.

“…Y en el hueco de sus piernas separadas ve Usted por fin la negra noche. Usted dice: Era ahí, la noche negra, es ahí…”



Vanesa Aldunate

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