domingo, 20 de mayo de 2007

EL VERDADERO MOMENTO DEL SILENCIO





Agradezco si la lengua me abandona y surge el silencio.


Es que no hay palabras para expresar el verdadero silencio.
Decir silencio es decir algo que no se compara simplemente con lo inaudible, es mucho más que eso.
Decir silencio no expresa la soledad que lo acompaña, ni la dulzura en la que se recuesta, ni lo placido que resulta algunas veces, ni el dolor que conlleva cuando atormenta, ni la desprotección en la que te sumerge, ni el dominio que ejerce, ni la confrontación entre el silencio del cuerpo y del pensamiento.
Decir silencio no es decir Todo sino decir Nada que comprometa.
Decir silencio es enmascarar el verdadero momento del privilegio, lo sublime ante un papel, un paisaje, un cuerpo, un deseo.


El verdadero Silencio es Supremacía.


Decir silencio es callar el habla, es estrangular la autentica expresión del momento.
Silencio es pedir un permiso que debiera ser un derecho adquirido.
Decir silencio es decir ahogo.
Solo silencio no expresa, no ahuyenta, no rompe, no subleva como el verdadero instante.


El silencio se oye con el alma, se entiende en el cuerpo mediante una mirada intima hacia el eterno cosmos del espíritu.
Cada palabra se desarma y desarticula para conformar en el silencio un momento único donde pueden surgir palabras que “parecen” no tener sentido pero que expresan la emoción, la profundidad, la inmensidad adentrada que la lengua no puede entender ni expresar a través de la palabra conformada.


El silencio escapa a todo tiempo, a toda ley, escapa a todo lo definido y a la posibilidad de tal.
Cada palabra es seguida por un silencio minúsculo que se impone luego de pronunciar otra, esto lo conecta con el habla, esto resuena destacando que en cualquier discurso seguramente hay mas silencios que palabras, entonces ¿Cuánto mas hablamos al callar y sentir, al intentar entender, al tomar aire? Lo mismo pasa en forma visual, cada palabra es precedida y seguida de un espacio, un vacío que no se transforma en otra cosa que en un mínimo silencio.


La soledad como silencio exalta el espíritu, desarrollando así un pensamiento libre en una sinuosidad única seguida por el alma, con una sincronía mental que desarregla la lengua existente.
Redobla las apuestas al pensamiento desprotegido donde surgen los desordenes de mejor alcance, en una lengua propia que se enaltece al escribirse.


Vivimos en estado de silencio colapsado.


La palabra es un instrumento invalorable pero no único.
La expresión surge a través del idioma interno exclusivo.


“Agradezco y reverencio si la lengua me abandona y surge el Silencio”



Vanesa Aldunate

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