jueves, 11 de febrero de 2010

La mirada imposible



Tiresias era un adivino que aparecía en todos los episodios mitológicos relacionados con Tebas, desde la época de Cadmo hasta la expedición de los Epígonos: fue él quien aconsejó que se entregara el trono de la ciudad al vencedor de la adivinanza de la Esfinge y, más tarde, sus revelaciones conducirán a Edipo a descubrir el misterio que rodeaba su nacimiento y sus involuntarios crímenes. Tiresias también aparece en La Odisea (Canto XI): Ulises irá a consultarle al Hades para averiguar cómo encontrar el camino a Ítaca.


Tiresias era ciego desde joven. Hay varias versiones del mito que explican su ceguera.


El baño de Atenea

Según la versión de Perecidas de Atenas que se encontraba en la Biblioteca de Apolodoro, Tiresias, adolescente, sorprendió a Atenea bañándose desnuda en la fuente Hipocrene en el Monte Helicón. La diosa, de una castidad absoluta, consideró esta indiscreción de Tiresias como un atentado contra su pudor y «Atenea le puso entonces las manos sobre los ojos y lo dejó ciego» (Apolodoro III, 6, 7).



Como la ninfa Cariclo, madre de Tiresias, formaba parte del cortejo divino, le suplicó a Atenea que le devolviera la vista a su hijo. La diosa, puesto que no tenía el poder para deshacer el acto, le concedió otro don: «Ella le purificó las orejas, y esto le permitía comprender perfectamente el lenguaje de los pájaros; después ella le dio un bastón de cornejo, gracias al que caminaba como las gentes que veían» (Apolodoro III, 6, 7). Atenea le concedió igualmente una vida más larga que la del común de los mortales y el poder de guardar sus dones en los Infiernos.

Esta misma versión está igualmente presente en la obra de Calímaco (Himno V, Para el baño de Palas, 120-130) y en la de Nono de Panópolis (Las Dionisiacas, V, 337).

Metamorfosis de Ovidio


Mientras Tiresias paseaba por el bosque en el Monte Cilene en el Peloponeso, encuentra a dos serpientes que estaban apareándose y las separa con un golpe de su bastón. Hera, disgustada, de inmediato lo transforma en mujer. Tiresias permanece con esta apariencia durante siete años y se convierte en sacerdotisa de Hera. Se casa y tiene una hija, Manto, que también heredará el don de la profecía. (Según otras versiones Tiresias mujer fue una prostituta de gran renombre). El octavo año, Tiresias-mujer vuelve a ver de nuevo a las mismas serpientes aparearse. Según unas versiones las dejó tranquilas, según otras (Higinio), las volvió a pisotear. Como premio a su comportamiento, Hera le levantó el castigo y le devolvió su masculinidad. Ovidio dice: :«Si cuando se os castigo, le dice, vuestro poder es tan grande para cambiar la naturaleza de vuestro enemigo, voy a cambiaros una segunda vez». (Las Metamorfosis, III, 316-338).

En un episodio separado, sigue la narración. En una discusión en el Olimpo, Zeus pretendía que en el acto sexual la mujer sentía más placer que el hombre y su esposa Hera pretendía lo contrario. Los dioses decidieron pedir el consejo de Tiresias, que tenia la experiencia de ambos sexos. Tiresias se pone de parte de Zeus, y declara: "De diez partes un hombre solamente goza de una". Y Hera inmediatamente lo volvió ciego por su impiedad. «... ofendida que no es conveniente para un sujeto ser tan ligero, y condena los ojos de su juzgado a las tinieblas eternas» (Las Metamofosis, III, 316-338). Zeus no podía ir en contra de la decisión de Hera, pero, para compensar su ceguera, le ofrece el don de la adivinación y una larga vida de siete generaciones humanas.

En la Biblioteca Mitológica (Pseudo-Apolodoro), según Hesiodo, se incluía un relato parecido.

El significado esencial de la figura de Tiresias reside en su papel de mediador: gracias a sus dotes proféticas, media entre los dioses y los hombres; por su condición andrógina, lo hace entre hombres y mujeres; y por la excepcional duración de su vida, entre los vivos y los muertos.



Texto tomado de la pagina de Ana Vazquez Hoys- Antigüedad/Tiresias

miércoles, 10 de febrero de 2010

Orígenes de Atenea



Una tradición pelágica indica que Atenea nació en Libia, a orillas del lago Tritonis, allí fue encontrada por las tres ninfas de Libia que se cubren con pieles de cabra criándose entre ellas y convirtiéndose en una ninfa más. Después llegaría a Grecia, a través de Creta, instalándose en Beocia junto al río Tritón y convirtiéndose en la patrona de Atenas. De allí tal vez recibe el epíteto de Tritogenia en la Ilíada, los himnos homéricos y en la Teogonía de Hesíodo, cuyo significado exacto no está claro. Pudiera significar nacida de Tritón , indicando quizás que este dios marino era su padre según algunos antiguos mitos, o menos probablemente que nació cerca del lago Tritón en África.


Herodoto recoge esta tradición y el relato sobre la diosa se adapta a ella para presentarnos a Atenea de niña combatiendo contra su hermana adoptiva Palas y matándola por error. El dolor que esta muerte le produjo hizo que desde entonces antepusiera a su propio nombre el de Palas, en recuerdo de su hermana, pasando a ser conocida como Palas Atenea.

En Arcadia llevaba el sobrenombre de Pritonia lo que estaría asociado al Dios Poseidón Hipios. Estas divinidades tuvieron una forma de antagonismo al competir por el patronazgo de Atenas, contienda que ganó la Diosa al darles a los habitantes el fruto del olivo.

Hay otras variantes de esta leyenda: en Creta se decía que la diosa había sido escondida en una nube a la cual golpeó Zeus con su cabeza para que surgiera su hija. En Rodas se decía que Zeus, en el momento del nacimiento de Atenea, había vertido desde lo alto del cielo abundante lluvia de oro que fertilizó los campos. A estas tradiciones que consideraban a la diosa como nacida de la cabeza de Zeus se referían los sobrenombres de Acria, con que se la honraba en Argos, y de Leoryfasia con que se la adoraba en Pylos; y el sobrenombre Glaucopis, como otros varios empleados por los poetas, la designaban como diosa de las miradas brillantes. En Ilium Novum se representaba a Atenea Ilias o Ilesia con una antorcha en la mano.

Las representaciones más antiguas de la diosa tenían un origen legendario, y cierto carácter de reliquia u objeto milagroso; se denominaban Palladiom, en recuerdo del ídolo así llamado que robaron Ulises y Diomedes a los habitantes de Troya según refiere la Ilíada.

Atenea


(continuación de entrada en Meridiana)

Así Atenea es la diosa guerrera y la protectora de la paz y de las artes. El primer aspecto es el más antiguo y el predominante que expresan los diferentes relatos. Por ejemplo, se dice que mató a la Gorgona, si bien, según la fábula argia, el héroe de esta empresa fue Perseo auxiliado por Atenea, quien recibió de manos de éste,  la cabeza de Medusa y la colocó en el centro de su escudo para atemorizar a sus enemigos. No hay que olvidar que la Gorgona es imagen de la nube tempestuosa, pudiendo sólo ser vencida por un héroe solar, como Perseo, o por la diosa del relámpago, como Atenea. El escudo con la Gorgona era un arma terrible cuya bordura estaba formada por el Terror y el Temor bajo figuras de serpientes en las cuales se descubren sin el menor esfuerzo los monstruos de la tempestad.

Se comprenderá entonces el carácter de diosa guerrera con que aparece en la Ilíada, infundiéndoles valor temerario a los héroes, mezclándose en los combates de los mortales, venciendo a Afrodita en la batalla mantenida por los dioses. Pero se diferencia de Ares en que inspiraba una valentía calma y reflexiva en vez del ciego furor y la destrucción que caracteriza al dios de la guerra.

Si la paz es una consecuencia de la victoria, es por esto que Atenea presidía también la vida pacífica de las ciudades. Este segundo carácter de la diosa la hacía protectora de todos los trabajos del arte y de la industria. En especial se destacaba el del hilado, dando nacimiento en Lidia a la leyenda de Aracne, quien venció a Atenea en una competencia de tapiz.

En suma, Atenea es la inteligencia divina, y la doncella varonil. Varonil porque sus atributos son los propios de la virilidad en el mundo antiguo (la prudencia, la inteligencia, el conocimiento, la heroicidad, el autocontrol). La virginidad de la diosa fue reflejada por el Partenón y en la historia de Tiresias, que quedó ciego por haber sorprendido su desnudez. Hay aquí un paralelismo con lo sucedido entre Artémis y Acteón, no sólo porque ambas eligen no desposarse ni tener hijos, sino porque castigan duramente a los que osan verlas en su intimidad, a la que solo acceden sus cortes de ninfas.

Es interesante destacar esta versión del mito de Tiresias y tomando a Nicole Loraux decir que quizás su ceguera es resultado de haber visto lo que no debía ver: que la viril Atenea era una mujer, lo que nos da una  idea de la imposibilidad de Tiresias de concebir el cuerpo de la diosa sin los atributos bélicos que la designan. Es la experiencia de Tiresias una contemplación de lo que al hombre griego le resulta imposible y aquello que lo fascina hasta cegarlo. Lo que subyace no es tanto lo inalcanzable de la divinidad virgen como el persistente discurso griego sobre lo femenino.

El mundo antiguo se rigió por un solo sexo, el del varón, del cual participaban, para decirlo en términos platónicos, todas las otras genitalidades deficientemente. Una mujer es para el mundo helénico, un varón inacabado o mal hecho.

Lo que nos dice Loraux es que no deberíamos quedarnos con el discurso oficial de la ciudad en relación al héroe viril, listo para asumir la “muerte bella” por la comunidad de ciudadanos. Es necesario escuchar aquellos relatos heroicos que, desde Homero, forman y educan a la juventud a través de representaciones concurrentes. Aquí, la identidad del hombre no se opone más a la de la mujer, ella la toma de él: en aquello que en la Grecia antigua connotaba al más viril de los varones, el hombre digno de ese nombre: el héroe feminizado, esto es, enaltecido –como Aquiles– que tuvo miedo y lloró por Patroclo.

A cuenta de lo que decían algunos comentarios en la entrada de Artemisa, hay una dificultad en comprender lo que sucedía con griegos y romanos tomándolos desde la perspectiva de la actualidad. Nuestras nociones sobre masculinidad y feminidad son presunciones culturales. Por eso tampoco es correcto hablar de homosexualidad, término de la modernidad, para definir protocolos sexuales de la antigüedad.

No hablamos sobre la castidad de Artémis y Atenea y su decisión de escapar a los hombres y la maternidad, como excusa para un feminismo esencialista que pretendiera la exclusión de los hombres, sino para abordar ese trama de resistencia que se da en todo poder y circula generando tensiones, intersticios. Pienso en otros ejemplos como  Filaenis, Ifis, Bassa y tantas otras "mujeres pensadas y fantasmizadas por los hombres y no mujeres reales, quienes de todas maneras, no tenían nada que decir".


Lilián Cámera


Bibliografía:
Nicole Loraux " Las experiencias de Tiresias. Lo femenino y el hombre griego."
María Cecilia Colombani “El poder de Tierra en Teogonía. Poder y resistencia: el modelo de la batalla perpetua.
F.Frontisi-Ducroux, Jean Pierre Vernant " En el ojo del espejo"